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6 ene 2013

Hugo Chávez y el socialismo que no muere.


La mejor frase que el  presidente Hugo Chávez pudo haber dicho  y debió  decir, después del triunfo contra Capriles es: “después de esta victoria mi  muerte ya no importa”.  La oposición deberá reconocer que lo peor que pudo haberle pasado es que su  muerte se esté  dando  siendo un triunfador ratificado por la mayoría de su pueblo, en las elecciones del 7 de octubre. Hay algo del que no se han dado cuenta  los detractores chavistas y es que Chávez puede ser más valioso muerto que vivo al socialismo. La depravada alegría que algunos están musitando  en foros es tan efímera como es la vida,  pareciera que no hay conciencia que también los gusanos  esperan por todos. Pero es normal, las grandes influencias que forjan los hombres  históricos  tienen dos  efectos; un odio acérrimo  y   un amor profundo. Si buscamos sentido a la historia, todos los grandes idealismos han logrado  mantener vigencia después de la muerte de sus mentores. Aunque Chávez no invento el socialismo, al igual que Vladímir Ilich Lenin, Mao Zedong se convierten en referencias importantes para futuras generaciones.

Hago referencia de  lo que dice el psicólogo Vladimir Gessenun: En el hipotético de que Chávez partiera de su vida humana, –lo cual no deseamos, todo lo contrario- lo haría en pleno ejercicio de sus victorias políticas, y con una popularidad sin precedentes en Hispanoamérica. Su leyenda incluiría que venció su reciente contienda electoral en medio de una terrible enfermedad y –sin serlo- se transformaría en una especie de héroe-mártir en el imaginario colectivo latinoamericano.

Adam Smith, uno de los grandes economistas de  Inglaterra  enamoró a los capitalistas de la revolución industrial con sus teorías. Para Smith solo con la propiedad privada  y la ambición que es inherente al humano se logra  riqueza. Pero después el socialismo entra en escena con Marx, en que la clase  trabajadora es la que debe tener el control de todo, además es el estado el que debe controlar las estructuras del  país. Marx tiene razón; la historia de la humanidad ha sido una lucha de clases a lo largo de toda la existencia humana.

Hay que reconocer que  en muchos casos la empresa privada  tiene más orden para manejar la economía, precisamente por ese sentido de pertenencia y propiedad. El empleado  del estado  no,  su pensar es; para que voy a cuidar ese pupitre, para que voy a cuidar esa pizarra, para que voy a cuidar esas gasas y esos guantes, para que voy a cuidar esa Jeringas,  de todos modos no es mío.   Vive en un conformismo absoluto, despilfarra, haraganea hasta la saciedad, se cansa de estar cansado, hace orgias  en las embajadas, y  viajan a pasar vacaciones  obviando tantas responsabilidades, sería injusto alejarnos de esta verdad, así como es justo reconocer que muchos empleados del estado  se ganan el sustento con dignidad.  Es por ello que el socialismo funciona mejor en regímenes autoritarios, la mano dura se vuelve una necesidad  obligada. 

En países latinoamericanos, en el caso de Honduras, no ha funcionado el sistema neoliberal y capitalista  tiene su función perfecta para unos pocos. Lo que pasó en Venezuela es simple, se cansaron de una clase política corrupta, un país rico en petróleo, pero que esos beneficios solo llegaban al buche de  ellos, entonces el pueblo  se arriesgó con el socialismo, ¿qué otras opciones tenían los venezolanos?  Y si  nuestro país lo rigiera un sistema  socialista y observara la miseria  que actualmente observo, promulgaría capitalismo  y punto. Es así de sencillo.

                                      Escrito por Josué Edmundo Polanco               
                                           edmundo_polanco@yahoo.com

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