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17 sept 2012

La palabra certera



La palabra certera
Los que hemos pasado cierto tiempo de  nuestras vidas en las bibliotecas  me darán la razón sobre la tentación que nos da robarnos un buen libro, a mí me pasó con uno que se llama; “100 relatos breves” de Eduardo Galeano. Al final lo devolví pero lo tuve casi todo un año  académico de la Normal Mixta de Tela. Me gusto demasiado que cuando salí de la normal me atrapo la obligación de comprarlo.
El estilo y  elegancia de Galeano es irresistible, una sátira exquisita de digerirla y es uno de los escritores con los cuales me identifico profundamente. Me entristecí el día que no pude  asistir a la conferencia  que dio en un hotel  de San Pedro Sula, no sé en que año, si alguien  me ayuda le agradecería. Y no pude asistir  porque  me tocaba viajar de la Universidad Pedagógica  hasta Tela, justo cuando iniciaba  el evento. Lamenté mucho no haber conocido ese hombre.
El tema del futbol con el relato “Garrincha”  y el del amor con el relato; “el peligro” denotan todo el genio del escritor, la sutileza de su pluma, da la palabra acertada en cada renglón que escribe, es un genio, descúbralo usted, lea atentamente estos cuentitos cortos:
GARRINCHA
Alguno de sus muchos hermanos lo bautizó Garrincha, que es el nombre de un pajarito inútil y feo. Cuando empezó a jugar al futbol, los médicos le hicieron la cruz, diagnosticaron que nunca llegará a ser un deportista este anormal, este pobre resto del hambre y de la poliomelitis, burro y cojo, con un cerebro infantil, una columna vertebral hecha una S y las dos piernas torcidas para el mismo lado. Nunca hubo un puntero derecho como él. En el Mundial del 58 fue el mejor de su puesto. En el Mundial del 62, el mejor jugador del campeonato. Pero a lo largo de sus años en las canchas, Garrincha fue mas: él fue el hombre que dio mas alegrías en toda la historia del fútbol.

Cuando él estaba allí, el campo de juego era un picadero de circo, la pelota un bicho amaestrado, el partido, una invitación a la fiesta. Garrincha no se dejaba sacar la pelota, niño defendiendo su mascota, y la pelota y él cometían diabluras que mataban de risa a la gente; él saltaba sobre ella, ella brincaba sobre él, ella se escondía, él se escapaba, ella lo corría. Garrincha ejercía sus picardías de malandra a la orilla de la cancha, sobre el borde derecho, lejos del centro; criado en los suburbios, en los suburbios jugaba. Jugaba para un club llamado Botafogo, que significa prendefuego, y ése era él; el botafogo que encendía los estadios, loco por el aguardiente y por todo lo ardiente, el que huía de las concentraciones, escapándose por la ventana, porque desde los lejanos andurriales lo llamaba alguna pelota que pedía ser jugada, alguna música que exigía ser bailada, alguna mujer que quería ser besada.

¿Un ganador? Un perdedor con buena suerte. Y la buena suerte no dura. Bien dicen en Brasil que si la mierda tuviera valor, los pobres nacerían sin culo.


Garrincha murió de su muerte: pobre, borracho y solo.
El peligro
La A tiene las piernas abiertas
La M es un subibaja que va y viene entre el cielo y el infierno.
LA O círculo cerrado, te asfixia.
La R está notoriamente embarazada.
-Todas las letras de la palabra AMOR son peligrosas- comprueba Romy Díaz- Perera.
Cuando las palabras salen de la boca, ella las ve dibujadas en el aire.


También Galeano nos hace  un homenaje con un relato sobre la lluvia de peces en  el departamento de Yoro. En otra ocasión lo buscare.
Es  por todo esto que digo; “Galeano es la palabra certera”.

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